20.7.15

Segunda parte: La apertura sin fin produce círculos / Endless Openness Produces Circles, Kunsthalle Basel, Basilea, Suiza / 2014


Entonces... En este proyecto abordé la apertura como una posibilidad para la empatía, esa era la idea. La exposición fue consecuencia de reflexionar acerca de lo siguiente: ¿Cómo crear un espacio que invite a pensar en lo que significa cambiar de idea y permitirse ser transformado por otros y/o por el entorno? El cuerpo abierto permite el intercambio o incluso la superposición del adentro y el afuera (noción que viene del butoh, referencia que comenzaba a hacerse presente en la instalación que hice en Bogotá en 2013). 

Existe un flujo entre los espacios vacíos en forma de cuerpos y los espacios que estos cuerpos ocupan, una simbiosis entre cuerpo y espacio. La apertura implica así mismo la mezcla o incluso la confusión de lo humano con lo no-humano. 

Conversé con algunos amigos sobre su experiencia de vivir en una o varias casas, habitarlas en diferentes períodos de la vida y convertirlas en espacios afectivos.

Cito uno de los testimonios de una amiga francesa que me contó sobre una casa de campo que tiene su familia, una casa que se llama ”La Roche” (La Roca):

“La Roche justamente para mí representa lo que está “afuera”, eso viene de este lado de la familia. Nosotros tenemos la necesidad de respirar, de ver, La casa está en una roca. Una pared es una roca de verdad. Cuando llueve afuera, llueve en la Roca (…) A partir de Octubre, en invierno, cerrábamos la casa hasta abril (…) entonces había mucha humedad y muchos animalitos que entraban. Tiene que ver con eso del afuera, cuando la naturaleza entra en el hogar nada se puede conservar.(…) La Roche no tiene dirección. Es un lugar-dicho, no tiene dirección, tiene nombre. La Roche no tiene un cartel que señale donde está, es como si no existiera, jugamos a eso. No vale nada, pero me he dado cuenta del tesoro que tenemos, no tiene valor: un lugar que no tiene valor es lo mejor.(…) ¿Por qué viajo? Es porque tengo esta casa.”

Este dibujo no estuvo incluido en la exposición pero también nació de esa conversación que cito aquí.




Desde ese punto partí para hacer una serie de dibujos en donde la ambigüedad de la línea nos hace ver un volumen al mismo tiempo que un espacio, donde formas abiertas conectan al cuerpo con el espacio, donde objetos y humanos se intersectan, donde línea y papel y papel y espacio se encuentran en una relación física. La instalación de la ventana, que se podía mover reconfigurando el espacio entero de esa sala (incluyo dos imágenes), era un elemento que conectaba el interior y el exterior.  Los murales también se abrían al blanco del muro dialogando con la arquitectura de la sala, con su amplitud y su luz.  

Pablo Pérez Palacios, arquitecto, colaboró intensamente en este proyecto. Su lucidez y energía entusiasmante quitaron todo lo innecesario o caprichoso a mis ideas y si yo lanzaba una idea, él lanzaba otra. 

Mi contacto con la danza butoh es reciente pero me ha marcado profundamente pues me reafirma en la idea de que es en el cuerpo donde se dan los vínculos profundos. La danza butoh, según Tatsumi Hijikata, bailarín japonés y su fundador: “es sólo un medio de investigación para algo más esencial”. El butoh surge a mediados del siglo pasado; en palabras de Joelle Gruenberg (bailarina y amiga peruana): “(…) está ligado a un momento histórico, la Segunda Guerra Mundial. Hiroshima y Nagasaki. Se cayeron básicamente todos los paradigmas de esa sociedad (la japonesa), todas las cosas en las que ellos creían”. Desde este punto cero, Joelle pregunta: “Si todo NO, ¿qué cosa SÍ?  Si todo se destruyó, ¿qué queda? El cuerpo en movimiento es lo más cercano que nosotros tenemos para preguntarnos por la vida”. 

Finalmente pensé en todo el espacio como un espacio abierto, móvil. Dibujé sobre los muros, abriendo las formas, permitiendo que el vacío del muro ingresara en ellas. Incluso los marcos de los dibujos en la segunda sala estaban abiertos (siendo que los marcos convencionalmente se usan para proteger las obras de arte). La tercera sala tenía una ventana que intervenimos, colocándole unos marcos que era posible mover y cruzar (como si la ventana nunca permitiera ser cerrada).

 
 
 
  
 
 
 
 
 
 
 

Agradezco la invitación de Adam Szymczyk, la labor de Fabian Schöneich, la gratísima colaboración de Pablo Pérez Palacios, 80M2, Livia Benavides, el buen ánimo de Klaus Haenisch, Ruth Kissling, Beatrice Hatebur, Herbert Rehbein, Roman Straub,  Angela Cerullo, Giorgio Bloch, Abraham Cruzvillegas, José Reyes, Rodrigo Hernández, Donyoung Lee (que diseñó de la invitación y el cartel) y muchas otras personas que hicieron silenciosamente mucho trabajo para llevar esto a cabo (o que me escucharon pacientemente día y noche hablando de lo mismo y lo mismo).